
Diciembre 2017 en el Hogar Luisa
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Durante el mes de diciembre contamos con el apoyo de dos familias panameñas que nos contactaron para ofrecer una comida a los usuarios del CAI Hogar Luisa.
La primera fue organizada para el 10 de Diciembre, día Internacional del Migrante y la segunda con motivo de la Noche Buena. Actividades que se sumaron a la ya tradicional Cena de Navidad que el albergue ofrece con el apoyo de la empresa Empacadora Avícola Melo.
De igual forma, una voluntaria del albergue ofreció un obsequio a cada persona albergada en el Hogar Luisa.
Nuestro agradecimiento a todos los hermanos que, con sus gestos de solidaridad, ofrecieron una "caricia" de Cristo hacia los migrantes y refugiados.
Pastoral de Movilidad Humana - Panamá
Migrantes y Refugiados: en el corazón de la Iglesia, peregrina y sin fronteras.


Doctrina Social de la Iglesia sobre la Migración.
Toda persona tiene «derecho a no emigrar, es decir, tiene derecho a vivir en paz y dignidad en su propio país» (JUAN PABLO II, Mensaje de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado 2004)
Sin embargo, cuando este derecho le es negado, toda persona tiene derecho a emigrar fuera de su país de origen en búsqueda de protección o procura de una mejor calidad de vida.
Los refugiados y otras personas que han sido desplazadas por la fuerza fuera de su país han interpelado siempre a las comunidades cristianas, no solamente haciéndolas reconocer a Cristo en el extranjero y el necesitado, sino además moviéndolas a acogerlo, lo cual significa « comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad » (CiV, n. 67).
La Iglesia tiene el deber y la responsabilidad de llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En la persona de Jesucristo, el Reino de Dios se ha hecho visible y tangible a la humanidad y, con sus palabras y hechos, los cristianos siguen proclamando la buena nueva de la salvación, particularmente a los pobres. Y sin duda, entre los pobres más abandonados se encuentran los refugiados y otros desplazados forzosos. Muy a menudo, a través de la acción que, inspirada en el Evangelio, realizan organismos o individuos relacionados con la Iglesia, llevada a cabo con gran generosidad y sacrificio personal, la gente llega a conocer el amor de Cristo y el poder transformador de su gracia en estas situaciones que, de por sí, son a menudo desesperadas.

Una sola familia humana
Los refugiados, los emigrantes, las personas en movimiento y las poblaciones locales forman todos una sola familia. Por ello la solidaridad humana y la caridad no deben excluir a ninguna persona, cultura o pueblo (cfr. CEC, n. 361).
Los más vulnerables no son simplemente personas necesitadas con quienes benignamente estamos cumpliendo un acto de solidaridad, sino que son miembros de nuestra familia con quienes tenemos el deber de compartir los recursos que tenemos.
